Hoy postearé un pequeño ensayo, tarea de la facultad, de una publicación de la Lic. Adriana Terán.
Éste artículo es interesante, ya que en él planteamos un poco de historia, y sobre otro punto interesante: el reconocimiento de la pérdida.

Tras 300 años de dominación española, la idea de perder Nueva España resultó bastante difícil de asimilar tanto para la corona, como para el pueblo español. Desde la expedición de los justos títulos materializados por las bulas de Alejandro VI, se aprecia la justificación de hacerse de los territorios descubiertos hasta el momento. La joya mas preciada de España, que bajo el pretexto de evangelización, fue una gran contribuyente a la economía de la corona; de ahí a la dificultad de hacerse a la idea de una perdida de tal magnitud. Pero ese derecho de propiedad era, para esas alturas, indudablemente clara: obvio, en base al derecho romano, ya después de 300 años, pues ¿cómo no iban a tener el derecho?

Pero a mediados del siglo XIX, diversos acontecimientos marcaron la pauta definitiva para la independencia: la invasión Napoleónica, la imposición de su hermano al trono español y el flujo de ideas ilustradas liberales hacia América. Nueva España trataba de ser dejada atrás para dar paso al nacimiento de un México libre, independiente, pero a la vez despertaba de una resaca enorme: sus primeros años (y los siguientes claro) los pasó con unas finanzas deplorables, miseria, desigualdad. Fue un periodo difícil, ya que construir un país recién independiente, sin dinero por causa de la guerra, era un proceso largo. Pero aun así eran independientes, aunque España no lo hubiere reconocido, hasta más tarde en 1836, hecho que fue fastuoso, ya que de haberlo superado antes, habría existido una cooperación y un crecimiento, como lo presentó Inglaterra con los Estados Unidos de América.

Se promulgó una constitución federalista en 1824, en ese entonces la clase social que la pasó mal políticamente hablando, fue la de los peninsulares, ya que poco a poco fue apartada por los intereses de los mexicanos con ideas políticas mas radicales, ya que se podía ver en ellos un retroceso. El proceso que se llevó para irlos apartando fue paulatino: se dio una prohibición para no darles trabajo, y también se dio la orden de expulsión.

En 1836, el dictador Santa Anna impuso el centralismo, 3 años después de que su vicepresidente Gómez Farías intentara realizar reformas en contra de los privilegios eclesiásticos y militares.

Después de la independencia, se tuvo en consideración reconocerla e instaurar un órgano similar del common wealth de Inglaterra y Estados Unidos, pero se temió un desmembramiento del imperio español y en su lugar, se envió un manifiesto a los gobiernos extranjeros solicitando la negación del reconocimiento de independencia. Pero, como Inglaterra estaba en plena revolución industrial, no le convenía evitar el comercio con las colonias emancipadas, así que hizo caso omiso a las peticiones de la corona, y vendiendo sus productos furtivamente.

El 28 de Diciembre de 1836 se firmó en Madrid el reconocimiento de independencia de México; representando a México firmaba Don Miguel de Santa María y por el lado de España, Don José María Calatrava, es decir, 15 años después de que los insurgentes consumaran la independencia, es cuando se reconoce la pérdida por parte de España; cuanto tiempo desperdiciado en lugar de aprovecharlo para comenzar buenas relaciones diplomáticas, económicas entre otras.

A la firma de estos documentos de acreditación del México independiente, se crea una amnistía a los participantes de la guerra de independencia, ya sean españoles o mexicanos.

Un aspecto importante que cabe señalar, es que México nace con deudas; deudas que fueron heredadas de prestamos de españoles al gobierno novohispano. Aparte de la amistad, se firma apoyo bélico en caso de que alguna de las dos naciones entrara en conflicto internacional.

Ya entrado México en su vida independiente, el ministro plenipotenciario de España en México, Don Ángel Calderón de la Barca, expresó que, bajo la dominación española, todo marchaba muy bien, sin problemas.